lunes, 23 de abril de 2018

Relato ganador categoría-B del Certamen de relatos breves 2018

LA REALIDAD EN UN ENVASE COMPRIMIDO

Marta Alemany F. 3º ESO-A

Aquella historia sucedió en un pequeño barrio de un diminuto pueblo de Erfodia. Las calles eran estrechas y todo estaba en condiciones pésimas, pero allí surgió todo.
- ¡No te entiendo! ¡Suéltame! ¡Me haces daño!
Ahora no entenderás estas frases pero no te preocupes, voy a contar la historia hasta ese momento y más allá para que sepas el final. Claro que, si quieres saber lo que ocurrió, debes seguir leyendo. Yo tengo mucho en blanco para rellenar así que te recomiendo no bajarte de este viaje a lo inesperado.

Bien, comienzo.
Tú no sabes quien soy, te reto a que lo averigües.

Érika y Marcus son dos chavales que tienen una vida perfecta. Familias cariñosas, amigos que los quieren, buenos estudios, etc. Ellos creen ser felices, pero eso no durará mucho. Exacto, su vida “perfecta” va a dar un giro inesperado.
- Marc, ¿qué es aquello que viene por el cielo y parece que se acerca?
- No sé Érika, a lo mejor es un avión, no tiene importancia. Venga te toca robar carta.
- Mmm vale… pero parece algo raro, no creo que sea un avión.

Y no lo era. En ese momento un misterioso objeto cayó en su partida de cartas. Tenía este aspecto:
Es difícil describirlo con palabras, parecía una caja fuerte pero no era de metal, sino de lana. No era cuadrada o rectangular sino que los laterales eran redondeados y el resto era recto. La rueda no abría nada, se limitaba a parpadear luces de colores. Era muy extraña y tenía el tamaño de su baraja. 
Pero fíjate en el símbolo de la esquina derecha inferior:  M; tendrá un lugar importante más adelante.
En fin, yo sigo. Como es normal, los pobres Érika y Marcus estaban petrificados, aunque la curiosidad les podía. Cogieron la “cajita” e intentaron abrirla. Descubrieron un botón que no era botón, sino cerradura. Al pulsarlo no pasaba nada pero era como plastilina y al tocarlo se podía notar la marca de una cerradura. Total que buscaron algo para abrirla. 
Sin demorarme más te diré que no consiguieron abrir esa caja extraña así que la dejaron en una mochila y se fueron a su casa como si no hubiera pasado nada, pero sí pasó. Aquella noche Érika tenía la mochila en su habitación, como seguro pensaste con la caja dentro. Estaba durmiendo cuando comenzó a sentir una luz muy potente en sus ojos, y, creyendo que sería un coche, se dio la vuelta y apretó sus párpados. Cosa que no le funcionó porque la luz aumentaba su brillo cada vez más y más hasta hacer que Érika se levantase de la cama y se diera cuenta del asunto. Ella no se esperaba nada de aquello, pero sucedió. Estaba tan aterrada que bajó las persianas para que nadie se percatara de lo que estaba teniendo lugar en su cuarto. Toda su habitación tenía un color verdoso tóxico y había pringue en el suelo y los muebles. La luz más fuerte provenía de la mochila, por lo que la abrió. Efectivamente, la caja era la culpable. Ahora no solo tenía una luz parpadeante que cambiaba de color en la rueda, sino que era fluorescente de un verde siniestro. Tenía miedo pero sabía que no era bueno contárselo a sus padres así que, cogió su bicicleta, la mochila y emprendió el camino a pedales hacia la casa de Marcus.

El  chiquillo  no  tenía  la  mejor  habitación,  aquello  era  un  caos  total.  Tenías  que  hacer malabares para llegar a la cama y para acceder al armario tenía que recorrer un laberinto que parecía no tener salida.
Eran las dos de la mañana pero él seguía jugando al ordenador cuando sonó su teléfono. Así es, era Érika diciendo que estaba en su puerta y necesitaba hablar con él urgentemente. Él accedió a abrir y pasaron a su, como quiera que se le pueda llamar, “habitación pocilguera”. En ese momento para Érika el desorden era lo menos importante y no hicieron falta muchas palabras ya que la mochila iluminada y la caja brillante hablaban por sí solas.
- Mi habitación tiene pringue del mismo color por el suelo y los muebles.
- ¿Tus padres lo saben?
- No, pero no creo que tarden en descubrirlo, con entrar…
- ¿Qué es esto? ¿Por qué nosotros? ¿Qué hemos hecho para que nos castiguen de niñeros de una caja brillante y fea que además va ensuciando todo?
- No tengo ni idea pero esto hay que resolverlo cuanto antes.
- Estoy de acuerdo.
Una vez habían encontrado la caja, o más bien la caja los había encontrado a ellos, ya no había marcha atrás.
Marcus recordó que su hermana pequeña tenía un montón de cajitas que cerraban con llave, así que se le ocurrió ir a por esas llaves y probar con alguna a ver si había suerte. Lo malo es que no saben que forma tiene la cerradura. Después de unos veinte intentos, abrieron la caja y para su sorpresa no había nada. Al tocar el fondo la cajita misteriosa se los tragó. Estaban deliciosos, cada uno a su manera pero no estaban mal, las cosas como son.
Al volver al abrir los ojos estaban en el mismo lugar que donde encontraron el objeto pero todo era blanco y negro. La caja ya no brillaba tanto pero parecía que quería indicar un camino porque emitía ruiditos agudos que, al parecer, solo podían oír ellos. Estos ruiditos eran más veloces en una dirección que en otra. Decidieron hacer caso y guiarse por los ruidos rápidos. Llegaron a una fortaleza militar mezclada con playa del Caribe (sé que es raro pero yo no elijo el lugar, me limito a contarlo).
Al  entrar,  un  general  vestido  con  estilo  vintage  les  acompañó  a  una  cafetería  para que tomasen algo. Después comenzaron a ver imágenes de sus vidad en su cabeza, pero cada uno de  la  suya.  Se  dieron  cuenta  de  que  su  vida  estaba  vacía  porque  siempre  trataban  de complacer a los demás en vez de a sí mismos. No eran verdaderamente felices.
Los dejaron solos por aquel mundo blanco y negro aparentemente infeliz. Pero aprendieron que ser uno mismo te hace más feliz. Comprendieron que, aquel lugar, era una metáfora de su vida. Ellos vivían en un barrio paupérrimo y pequeño pero sobresalían por aparentar ser los mejores y sobrevivir a aquella triste situación. Para ellos todo era blanco o negro pero vieron que no está mal tener otros colores, como los que marcaba la rueda.
Para ser felices no necesitamos todo en la vida, ya tenemos la vida para disfrutarlo todo y ser felices. A veces, debemos encontrar un objeto misterioso que nos elige para cambiar nuestra vida y abrirnos los ojos, pero si miramos dentro de nosotros encontraremos cosas misteriosas de nosotros mismos que no sabíamos.
Ellos volvieron a su mundo, pero ya no era como lo conocían. Ahora, a sus ojos, es todo más bello y disfrutan plenamente de la vida que verdaderamente tienen.
Te contaré un pequeño secreto, yo soy la caja, por eso os puedo contar esto con todo detalle. Yo fui creada para ayudar a los demás. Soy simbólica casi al 100%. Mi tejido de lana es para demostrar  que  no  se  necesita  aparentar  ser  una  persona  dura,  todos  tenemos  corazón y sentimientos y somos de lana. La rueda de colores; no todo es bicolor, hay tonos más alegres y otros más tristes pero todos ellos forman el círculo cromático y no podemos prescindir de ninguno. Mi color brillante es para llamar tu atención y que necesites abrirme para cambiar tu vida. El botón es un juego, nada es lo que parece y todo tiene un fondo, pero solo hay que cavar y encontrarlo. El símbolo aquel  es mi firma. No es importante pero si te lo hubiera dicho habrías estado esperando a que llegase el momento de saber por qué y me habrías abandonado en esta historia.
Para acabar, solo una pregunta: ¿eres feliz? ¿Eres realmente feliz o necesitas un poco de ayuda para darte cuenta de cómo serlo de verdad?


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