Apurar sorbo a sorbo la alegría
de los días felices. Hacer frente
al dolor que nos hiere de repente
y al que insiste tozudo en su porfía.
Poner coto a la vana fantasía
de creerse al espejo diferente,
superior, a esa masa que doliente
se anónima exprimida en el tranvía.
Poner firme al hastío, a la pereza,
al deseo de huir cuando la vida
se empestilla encelada en la tristeza
sin buscar a la noche una salida.
Y sin miedo a posibles hundimientos
invertir en amor miles por cientos.
José Ganivet
Invocación a la alegría
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