martes, 23 de mayo de 2023

 Silbidos de ángeles

Lucía Aragón Carrasco - 1º Bachillerato B

Nunca he sido una persona de buena memoria, es más, por lo general suelo ser una persona olvidadiza como ninguna otra. Sin embargo, he de admitir que eso no significa que toda mi infancia y recuerdos pasados hayan desaparecido de mi mente cual palomas mensajeras. En gran parte, eso sí, mi niñez está cubierta con  un tupido velo que no me permite indagar en ella tanto como me gustaría, previniendo revivir ciertas situaciones amargas que si bien han creado lo que hoy soy, no veo necesario tener que observarlas de nuevo. Pero hay un recuerdo, más bien, un sonido, que por muy doloroso que sea, me veo incapaz de esconder en los más profundo de mi ser: un silbido.

A simple vista, es algo simple, cotidiano, incluso algunos lo consideran una molestia; mas para mí, es capaz de despertar aquel recuerdo dormido, el rostro de aquel hombre que tanto adoré: mi abuelo paterno.

A decir verdad, apenas recuerdo mucho sobre él, solo lo esencial: fue un guardia civil; se casó con mi abuela, Angustias, a la cual también recuerdo con cariño; tuvo dos hijos, mi tía y mi padre. Él fue una figura paterna firme y estricta, lo cual no significaba que no amara a sus hijos y esposa, todo lo contrario. Aun así, a pesar de ser cariñoso, no solía mostrarlo con contacto físico, al menos con mi padre. Pero él estaba muy orgulloso de su hijo, se lo decía a todo el mundo, incluso a mí me lo dijo una vez. “Sé como tu padre, trabajadora y perseverante”.

Pero con quien más mostró su cariño fue con nosotras, sus nietas. Yo lo recuerdo como un hombre amable y amoroso, que nos adoraba a mi hermana y a mí. Todavía recuerdo todos los fines de semana (los domingos, si mal no recuerdo), nos quedábamos en su casa a comer; comíamos siempre sopa (mi comida favorita). Me acuerdo que a pesar de mis maduros 7 años, era mi querido abuelo (o abuelito como yo le decía) el que me daba de comer tan delicioso manjar. Pero por muy hermosos y cálidos que son estos recuerdos, ninguno de estos son el elegido para este recordatorio.

Mis abuelos paternos solían vivir en la tercera y última planta de un bloque de pisos que no tenía ascensor, por lo que la única manera de subir era por las escaleras. Mi hermana y yo solíamos echar carreras por ver quién llegaba antes para saludar a los abuelos, siendo yo siempre la vencedora. Puedo recordar aún la falta de aire en mis pulmones mientras corría desenfrenadamente sin temor de arroyar a  ninguna vecina. Y finalmente, cuando ya quedaban solo unos pocos escalones para llegar a mi objetivo, lo escuchaba: un silbido. Aún siento dentro de mí la alegría y la adrenalina que corría en mis venas cuando lo escuchaba. Era como su saludo, su manera de darnos la bienvenida. Él silbaba y yo le respondía con una risa llena de júbilo. Es quizás uno de mis recuerdos más queridos y dolorosos, pero no porque me duela debo olvidarlo.

Aún recuerdo el día fatídico que mi mortal (nunca mejor dicho) enemiga me hizo su primera jugarreta. Mis padres y mi abuela fueron a verlo al hospital, llevaba ya cuatro días allí por culpa del cáncer. Yo me quedé con mi abuela materna y el hermano de mi madre. Durante todo el día estuve imaginando el momento en que mis padres volvieran con buenas noticias y por fin pudiera ver a mi abuelo otra vez, escuchar su voz y sus silbidos… Y llegó la hora, ellos llegaron y yo salí corriendo a verlos. Los primero que hice fue preguntarle a mi padre cómo estaba el abuelo y cuándo volvería a casa. Este es posiblemente el recuerdo de mi niñez que recuerdo con más nitidez. Mi padre nunca fue una persona muy sensible o que mostrara sus emociones, por eso cuando vi cómo sus ojos se llenaban de lágrimas, los míos no tardaron en imitarlo. No se necesitó ninguna palabra, lo entendí al instante, el cáncer ganó.

La siguiente vez que fui a la casa de mi abuela no pude evitar ir al saloncito donde siempre se sentaba él. Quería que él estuviera ahí, que me volviera a silbar, que me hiciera besar el culo del plato una vez que terminara mi sopa. Pero él no estaba. Él no volvería. 

Aunque me equivocaba.

Ahora en la actualidad, creo que él y mi abuela no se han ido, aunque no los vea los siento conmigo, y si me concentro, puedo escuchar un silbido de vuelta.


lunes, 22 de mayo de 2023

Los misterios de mi infancia

Andrés Fernández Cervell - 1º Bach. A

“El Molino”. Es el nombre coloquial que le da mi familia a la casa de mis abuelos. Ante sorpresa de nadie, hace unos años era un molino de trigo, que daba alimento a una parte importante de los pueblos de Granada. Un edificio antiquísimo, que ha sobrevivido a tormentas, terremotos, e incluso a una Guerra Civil. Mi padre y mi abuelo me suelen hablar de cómo conseguían vender cientos, e incluso miles de sacos al día en las épocas de esplendor, en las que contaban con empleados y dinero para invertir en mejorar la maquinaria, pero también sobre los momentos de crisis, cuando mi abuelo tomó las riendas de una fábrica entera, y tuvo que mantenerla con tan solo la escasa ayuda que mi padre y sus hermanos (en ese momento niños) podían brindarle, mientras que mi abuela, como era habitual en la época, se encargaba siempre de las tareas de la casa. 

Desafortunadamente, poco de esto me ha llegado a mí, no pudiendo ver mucho más allá de un conjunto de máquinas cuyo funcionamiento me parece incomprensible, llenas de telarañas y suciedad, unidas a una vivienda antigua, que suelo visitar en las comidas familiares. 

Sin embargo, para mi mente de niño (que sigue estando presente en mí con cierta frecuencia), había mucho más que eso. Un aura de misterio teñía aquel lugar. 

La higuera de la entrada, rodeada siempre de centenares de hormigas, a las que yo observaba fijamente durante horas. Porque poco hay más divertido para un niño curioso que ver cómo seres diminutos corren y transportan su alimento. 

Tras ingresar al edificio, a la izquierda se encuentra el molino, introducido por un largo y oscuro pasillo, que conduce por un lado a la maquinaria, un sistema perfectamente estudiado de aparatos de valor incalculable en la época, aunque se cuentan muchas anécdotas sobre el desastre que producían los más mínimos errores en su funcionamiento, así como el esfuerzo que había que desempeñar para poder arreglar los desajustes. Recuerdo que en esta zona solíamos jugar al escondite, aunque por las condiciones de higiene, mi yo del presente piensa que no era la actividad más recomendable. En la banda opuesta del ya mencionado siniestro pasillo se encuentra la nave, un espacio enorme, en el que he pasado horas y horas jugando a la pelota con mis primos. Solo presenta un pequeño inconveniente: seis viejas y endebles ventanas. Aún sigo sin comprender cómo no hemos roto ninguna todavía.

Volviendo a la entrada, y siguiendo recto se encuentra la vivienda, una casa que podría considerarse lujosa para su época. En la planta baja destaca la oficina, donde me tiraba las horas muertas usando la máquina de escribir, en la que redactaba cuentos mientras rogaba que la tinta fuese infinita. 

Al subir las escaleras, se puede acceder a una habitación provista de decenas de cuadros de miembros de mi familia. Suponía un reto para mí encontrar la relación que cada persona tenía conmigo, principalmente porque la mayoría eran desconocidos.

Tras este cuarto, llegamos al comedor.  El calor de la chimenea, el temblor del suelo cada vez que alguien hace un movimiento ligeramente más brusco de lo habitual y el olor del perfume de mi abuelo hacen que entrar en esta sala se sienta como una sensación única. 

Algo similar ocurre al acceder al salón, en el que siempre me viene a la cabeza una imagen que fue la tónica dominante de esta habitación durante muchos años: mi abuela sentada en el sofá, con una sonrisa en la cara, tapada por una manta rosa, incapaz de recordar nuestros nombres. Esa sonrisa se fue diluyendo con el paso del tiempo, y pasó a convertirse en una mirada perdida. En ese momento, yo ya entendía relativamente lo que ocurría, y mi primo pequeño me preguntó: ¿Qué le pasa a la abuela? Me quedé en blanco. No tenía los recursos lingüísticos suficientes para dar una respuesta lógica a un ser de 4 años sin herir sus sentimientos. Suerte que mi tía escuchó la pregunta y le dijo que la abuela estaba malita, que pronto se recuperaría. Todos sabíamos que eso no iba a pasar, pero por un momento me lo creí. 

Ser un niño me permitió digerir el hecho de ver a mi abuela en esas condiciones, a mi abuelo y a sus hijos luchando por cuidarla y por salir adelante. Mi mente infantil tiñó de romanticismo la situación, transformando un lugar que tiene los días contados, aferrado al recuerdo de lo que llegó a ser en su esplendor, en un misterioso patio de recreo en el que jugar, desentrañando los secretos que oculta a través de las distintas generaciones de mi familia.

Por esta y por muchas otras razones, “El Molino” siempre será una parte importante de mí. 


viernes, 19 de mayo de 2023

 En un patio cordobés

Julia Zarcos Sánchez - 1º Bach. B

Ir a casa de mis abuelos y sentarme en la hamaca que tienen en el patio, mirar alrededor y verme rodeada de geranios, sentir que estoy en un patio de Córdoba…me hace volver a cuando tenía seis o siete años. Cada verano me quedaba con mis abuelos mientras mis padres trabajaban, algunas de esas mañanas de verano tan aburridas mi abuelo y yo nos salíamos al patio a sentarnos en las hamacas y mi abuelo empezaba a contarme sus recuerdos empezando siempre con la misma frase…

Por el año 1959 conocí a la abuela cuando tenía tan solo quince años y desde ese momento supe que iba a ser el amor de mi vida. Llegaron tiempos difíciles en España en los que no había trabajo y la gente se iba a otros países a trabajar, yo fui uno de ellos. Me marché a los veintiséis años a Alemania, en concreto a un pueblo llamado Minden. Allí empecé a trabajar en una fábrica de maquinaria textil en la que estuve durante cuatro años; fue una época complicada en la que añoraba a mi familia ya que estaba solo en Alemania.  Todos los días le mandaba cartas a tu abuela en las que no dejaba ningún hueco en blanco, aprovechaba todo el papel para contarle hasta el más mínimo detalle y decirle lo mucho que la quería.

Al cabo de esos cuatro años, volví un tiempo a Santa Fe; en ese tiempo me casé con la abuela. Después decidimos irnos los dos a Alemania ya que en España seguía sin haber trabajo, no recuerdo exactamente cuánto tiempo estuvimos esta segunda vez. La abuela trabajaba en una fábrica de café bastante conocida llamada Melita y yo cambié de empleo y trabajé en un sitio con mármoles, piedras, maquinaria… Allí conocimos a muchos españoles en la misma situación que nosotros. En ese tiempo en Alemania nació tu tita Yoli, estuvimos allí hasta que ella tuvo dieciséis meses y volvimos a España donde yo empecé a trabajar en la fábrica de harina, aquí, en Santa Fe. Después nació tu padre y años más tarde tu tita Vane. Vi como mis hijos crecieron, consiguieron cada uno el trabajo que querían y formaron cada uno su propia familia, convirtiéndome en abuelo y formando una increíble familia. Por eso Julia, a los primos y a ti siempre os digo que mientras seáis jóvenes os esforcéis al máximo para después poder vivir bien, ser felices y conseguir vuestros sueños.


Después de escuchar esta y otras muchas historias miles de veces, cuando tenía once años, toda la familia, mis abuelos, mis titos, mis padres y mis primos, fuimos a Alemania a ver dónde estuvieron viviendo y trabajando mis abuelos durante años, aún recuerdo la cara de felicidad que tenía mi abuelo en ese viaje. El pueblo tenía calles anchas con enormes plazas llenas de bares típicos alemanes, a las afueras, por donde vivían mis abuelos, había un enorme río al lado de un parque al que iban a darse paseos cuando hacía buen tiempo, todo era tal cual como él lo contaba en el patio de la casa. 

Por eso cada vez que estoy sentada en esa hamaca amarilla y verde en el patio de la casa de mis abuelos, se me despiertan muchas emociones y me vienen recuerdos de cuando era una pequeñaja y pasaba todo el verano con mis abuelos. También cuando estoy allí pienso en que en un futuro me gustaría tener la valentía y la fuerza que tuvo  mi abuelo ante una situación tan difícil como dejar su vida en otro país para ayudar a su familia. Por todo esto y por todo lo que hace, para mí mi abuelo es un ejemplo a seguir.


 Exposición Crono-relatos.

Un recorrido por la historia a través de las novelas históricas.

Día del Libro 2023

Hace unos días que vimos por el centro a un personaje que parecía salido de otro tiempo. Tenía pinta de detective y se presentó para ayudarnos a encontrar los libros que formaban parte de la exposición titulada “Crono-relatos, un recorrido por la historia a través de las novelas históricas”, con la que se pretendía mostrar al alumnado que la visitó, que las novelas históricas pueden ser una magnífica oportunidad para aprender Historia de una forma amena. 


Esta exposición fue organizada por la Biblioteca escolar del IES Jiménez de Quesada, con motivo de la celebración del Día del Libro de este curso.

Pretendía mostrar que las novelas históricas tienen la ventaja de ponernos en situación de la época histórica en la que se sitúan cronológicamente, a través de personajes de ficción o reales, con los que los lectores se sienten identificados. Describen hechos históricos contextualizados en argumentos que se valen de los recursos literarios para incluir algún tipo de intriga, que describe el hecho histórico en las que están ambientadas.
 
Los libros que desaparecían de la exposición, formaban parte de un eje cronológico en el que se habían colocado las novelas históricas por etapas históricas. Estos libros habían sido secuestrados por un grupo de conspiranoicos, empeñados en que la gente lea cada vez menos. Dejaban un mensaje cifrado y una serie de pruebas, con las que retaban a los visitantes de la exposición, para encontrar los libros antes de una determinada hora del día en el que se visitaba.



jueves, 18 de mayo de 2023

 Esencia de niño, cuerpo de adulto

Julia Naranjo Pérez - 1º Bach C 

Actuaciones navideñas, disfraces ridículos, fiestas en familia, la hora del cuento por las noches…

Miles de momentos que aunque sabes que son simples acciones que los demás niños hacen en su día a día, para ti, definieron tu infancia y sí, definitivamente los enmarcaría para vivirlos una y otra vez. Al menos de eso te das cuenta ahora, porque una vez que pierdes momentos tan simples como esos o el contacto con personas con las que diariamente te reías, es cuando te das cuenta de que esos recuerdos lo son todo y valen oro. Esos momentos que te regalaban una visión inocente de la vida que hoy en día, cuando creces y maduras, no encuentras tan fácilmente.

Mi época favorita desde que tengo uso de razón es el verano. Viajes interminables a la playa mientras escucho a mi padre conversar con mi hermano sobre el paisaje que nos rodea, y mi madre y yo intentamos escuchar la música que suena en la radio.


El momento mejor es, sin duda, cuando bajo la ventanilla del coche para empezar a percibir el aroma a playa y emocionarme por haber llegado finalmente a nuestro destino. 

Siempre he amado la playa y la calma en la que te sumerge, haciéndote sentir como si ella y tú fueseis uno. Y aunque ahora la disfruto de una manera diferente, lo cierto es que cada vez que voy, es inevitable recordar cómo mi hermano y yo solíamos enterrarnos mutuamente en la arena hasta que nuestros cuerpos desaparecían y lo único que podía delatar nuestra presencia eran las cabezas sobresaliendo.

Mi padre nos ayudaba, él siempre era cómplice en nuestros juegos. Algo muy característico suyo es su esencia de niño, es algo que siempre estuvo ahí y mi hermano y yo lo hemos podido disfrutar más que nadie. Mi padre siempre se encargaba de sumergirnos en una nueva aventura cada día, aunque se tratase de algo tan común como ir a pueblos cercanos en bici. En concreto nunca olvidaré cuando nos mostró el pueblo en el que nació.

A primera vista era pequeño, vacío, solitario, nada especial, ¿verdad? Pero en aquel entonces, lo único que mis ojos percibían era el extenso campo que nos rodeaba, lleno de animales y olivos, lo cual me llamó la atención desde el primer minuto que lo vi.

Recuerdo un estrecho río por el que tuvimos que cruzar para llegar al otro lado de la orilla a través de una tabla de madera enorme que se encontraba allí atada con una cuerda a un árbol haciéndonos de balsa. He de admitir que me daba un poco de miedo caerme al agua pero no dejé que eso me privara de descubrir qué se encontraba al otro lado, así que recuerdo dejar la bici apartada a un lado y con la ayuda de mi padre subir a la superficie flotante. Los tres tiramos de la cuerda para conseguir llegar al otro lado y finalmente al bajarnos descubrimos una amplia pradera con montones de flores de todos los tipos. Nos tumbamos allí durante una hora escuchando las historias que mi padre nos contaba sobre sus propias aventuras en aquel pueblo, a cual más emocionante.

Ayala nos acerca un poco más a su familia contándonos historias sobre ellos o el papel importante que estas personas tuvieron en su vida. Por ello al instante supe que debía relatar algo tan importante en mi infancia como es mi padre y todas las experiencias que pude vivir gracias a él, todo lo que me enseñó y a día de hoy me sigue enseñando.

Es importante no perder nunca ese espíritu aventurero con sed de aprendizaje y ganas de vivir la vida, siempre disfrutando de cada pequeño detalle, de cada momento, de cada segundo con esa persona.


miércoles, 17 de mayo de 2023

VIVIR Y SENTIR EL PATRIMONIO

Un polizón pone en peligro el viaje de Colón


En plena vega granadina se asentó el campamento militar de los Reyes Católicos en 1491, durante el asedio a la ciudad de la Alhambra, que dio lugar a la ciudad de Santa Fe. Tres fechas marcan su historia: el 2 de octubre de 1491, cuando se finalizan las obras de la ciudad; el 25 de noviembre de 1491, momento en que se produce la firma de las Capitulaciones para la rendición de Granada entre el rey Boabdil y los Reyes Católicos; y, finalmente, el 17 de abril de 1492, cuando se produce la firma de las Capitulaciones, que permitirían a Cristóbal Colón emprender el viaje rumbo al Descubrimiento de América.

Pero un espía portugués, enviado por Juan II de Portugal, ha contactado con una persona que intentará viajar en la expedición de Cristóbal Colón para envenenarlo. Así comienza la trama del escape room que han preparado el alumnado de 1º de Bachillerato que cursa la asignatura de Patrimonio Cultural de Andalucía en el Instituto Jiménez de Quesada de Santa Fe. 

En colaboración con el Ayuntamiento de Santa Fe, a través del concejal de Presidencia, Cultura, Comunicación, Turismo, Comercio, Fiestas, Educación, Participación Ciudadana y Hermanamientos, Carlos Alberto Carlos Martín, y del Instituto de América-Centro Damián Bayón, el alumnado que participa en el programa de innovación “Vivir y sentir el patrimonio”, ha diseñado este reto con el objetivo de crear una identidad colectiva y fortalecer la cohesión social, a través del conocimiento del patrimonio y, a la vez, crear una actividad que fomente el interés por el mantenimiento de ese patrimonio y la conservación del mismo.

El escape room, denominado “El polizón escondido”, se desarrolla en la exposición “De Santa Fe a las Indias: el primer viaje de Colón”, del Instituto de América y se ofrecerá como actividad complementaria al resto del alumnado del IES Jiménez de Quesada, así como al resto de la comunidad educativa. Pretende dar a conocer el importante Patrimonio Monumental de Santa Fe, a través de un proyecto centrado en labores de divulgación, con una metodología activa, que propicia que el alumnado sea el responsable de su propio aprendizaje. 

Así que, si visitan esta exposición y alguien les pide ayuda, no se extrañen y colaboren para descubrir al enigmático polizón, está en juego un gran descubrimiento. 








 

jueves, 4 de mayo de 2023

 El retrato de Dorian Gray

OSCAR WILDE

El genial Oscar Wilde (1854-1900) quiso hacer de la belleza un refinamiento de la inteligencia, y para ello creó a uno de sus personajes más famosos Dorian Gray, un hombre que encarna el mal y su castigo. El retrato de Dorian Gray es una de las piedras angulares en los debates entre la ética y la estética, el bien y el mal, el arte y la vida. Un clásico de la literatura que sigue asombrando a todo tipo de lectores.

Es una de las novelas más importantes y significativas del siglo XIX que desde siempre ha despertado el interés de todo tipo de público.

La Casa del Libro

miércoles, 3 de mayo de 2023

 Donde aprenden a volar las gaviotas

ANA ALCOLEA

Arturo pasa sus vacaciones de verano en Noruega con su amigo Erik. La casa en la que viven se asienta sobre los cimientos de un campo de concentración nazi de la Segunda Guerra Mundial. 

Un día, mientras cavan un hoyo en el jardín para plantar un árbol, encuentran una caja de metal, cerrada a cal y canto. La investigación para conocer su contenido llevará a los jóvenes a una lejana cabaña en medio de las montañas, a una vieja casa de pescadores en la fría y agreste costa norte de Noruega, y al pasado misterioso de la enigmática abuela de Erik.

ANAYA

martes, 2 de mayo de 2023

 Circe

MADELINE MILLER

En el palacio de Helios, dios del sol y el más poderoso de los titanes, nace una niña. Pero Circe es una niña rara: carece de los poderes de su padre y de la agresiva capacidad de seducción de su madre. Cuando acude al mundo de los mortales en busca de compañía, descubre que sí posee un poder, el poder de la brujería, con el que puede transformar a sus rivales en monstruos y amenazar a los mismísimos dioses.

Temeroso, Zeus la destierra a una isla desierta, donde Circe perfecciona sus oscuras artes, doma bestias salvajes y se va topando con numerosas figuras célebres de la mitología griega: desde el Minotauro a Dédalo y su desventurado hijo Ícaro, la asesina Medea y, por supuesto, el astuto Odiseo.

Pero también la acecha el peligro, y Circe concita, sin saberlo, la ira tanto de los humanos como de los dioses, por lo que acaba teniendo que enfrentarse con uno de los olímpicos más imponentes y vengativos. Para proteger aquello que ama, Circe deberá hacer acopio de todas sus fuerzas y decidir, de una vez por todas, si pertenece al mundo en el que ha nacido o al mundo mortal que ha llegado a amar.

Repleta de personajes de una intensidad inolvidable, con un estilo cautivador y un suspense apasionante, "Circe" es todo un logro narrativo, una embriagadora épica de las rivalidades familiares, las intrigas palaciegas, el amor y la pérdida, así como una celebración de una fuerza femenina indómita en un mundo de hombres.

La Casa del Libro


Aviso legal

Nuestras imágenes son, en su mayoría, extraídas de Google y otras plataformas de distribución de imágenes. Entendemos que algunas de ellas puedan estar sujetas a derechos de autor, por lo que rogamos que se pongan en contacto con nosotros en caso de que fuera necesario retirarla. De la misma forma, siempre que sea posible encontrar el nombre del autor original de la imagen, será mencionado como nota a pie de fotografía. En otros casos, se señalará que las fotos pertenecen a nuestro equipo docente.