Creo
haber escuchado en alguna ocasión que la novela negra muestra una mirada muy cercana
a la realidad que vivimos, que se ha convertido en la crónica de nuestro
tiempo. Y creo que algo de razón debía de tener a quien se lo escuché porque, pienso,
de alguna manera la novela negra tiene la ventaja de presentar la realidad sin
las ataduras de otros géneros, como el periodístico o el ensayo, pues caben las
más inverosímiles historias, ficciones que en muchas ocasiones son superadas
por la realidad.
Es
el caso de la novela que compré en una gran superficie estas pasadas vacaciones
y que leí ansiosamente; Restos mortales
de Donna Leon.
Restos mortales
se enmarca en la Venecia del comisario Brunetti. La novela comienza con una
pirueta surrealista que lleva al comisario al hospital y de allí, a tomarse
unas vacaciones para desconectar y no hacer nada, leer, acostarse pronto y
hacer ejercicio. Y como para realizar esas actividades no hace falta irse muy
lejos, Brunetti se acerca al paisaje de la laguna veneciana.
Allí
conoce a un personaje con el que convive una semana y que le proporciona la
oportunidad de remar por las aguas de la laguna, de sentirse cansado pero
feliz, tan feliz como se puede estar rodeado por un paisaje que va cambiado al
ritmo con que llega cada crucero a la serenísima, a la ciudad que sobrevive de
un turismo consumista y masificado.
Y
como todo aquel que no necesita buscar para encontrar los problemas, Brunetti
deberá suspender las vacaciones para investigar por qué ha muerto su amigo, la
verdadera trama que une a las personas, con los animales y con la naturaleza de
la laguna.
Tras
la lectura de la novela solo me queda el Google Maps para intentar recrear los
paisajes de la novela, la canción Cuando
los ángeles lloran de Maná, que me trae a la memoria a Chico Mendes, y la
tranquilidad de que, aunque no aprendamos nada en nuestra relación con la
Naturaleza, al menos nos quedan los libros, por ahora.
Juan José Casado
Profesor de Geografía e Historia
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