PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS
Lo que yo escuchaba, lo que atraía mi atención eran las palabras. Era un apasionado de los términos. Las coleccionaba secretamente en un cuadernito, como otros coleccionaban sellos.
Me encantaban granada, humo, tosco, carcomido y, sobre todo, manivela. Cuando estaba solo me las repetía, únicamente por el placer de oírlas.
En los discursos de mi tío las había nuevas y deliciosas: damasquinado, florilegio, filigrana; o grandiosas, como arzobispal y plenipotenciario. Cuando en la corriente de su verbo yo veía pasar uno de esos navíos de tres puentes, levantaba la mano y pedía explicaciones que nunca me negaron. Entonces fue cuando comprendí que las palabras que suenan bien encierran siempre bellas imágenes.
Marcel Pagnol. La gloria de mi padre.
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