¿Cómo nació el alfabeto?
La escritura era monopolio estatal en Mesopotamia y en Egipto. Únicamente unos pocos elegidos, los escribas, continuaban aprendiendo a escribir. Tenían que practicar durante años con los sacerdotes o con los funcionarios del gobierno, porque la escritura cuneiforme y los jeroglíficos eran difíciles de dominar.
La invención del alfabeto constituyó una revolución democrática, porque ahora todo el mundo podía aprender a escribir. Con la llegada del alfabeto, ya no había por qué retener en la memoria centenares de signos. Era, como se suele decir, tan sencillo como el ABC. Jamás dijo nadie: tan sencillo como la escritura cuneiforme o los jeroglíficos.
Aunque, en verdad, deberíamos decir: tan sencillo como el ABG, porque la A, la B y la G eran las tres primeras letras del nuevo alfabeto. Tenía veintidós letras, todas consonantes. Las letras se basaban en el sonido de las consonantes y se designaban con el nombre de objetos familiares. Por ejemplo, la letra A, hebrea o fenicia, es alef, que significa buey. Y la letra A semejaba, aunque de lejos, una cabeza de buey. (La A en las lenguas semíticas es consonante, no es vocal.)
Los fenicios eran los comerciantes del mundo antiguo. En sus buques llevaban un cargamento mucho más precioso que los tintes o los aceites. Llevaban el alfabeto. Los griegos lo adaptaron y rebautizaron las letras, alfa, beta, gamma, y así sucesivamente. Los romanos cambiaron un poco la forma de las letras y extendieron el alfabeto por toda Europa. Y así es como conseguimos nosotros nuestro alfabeto. La propia palabra alfabeto deriva de las dos primeras letras del alfabeto griego, alfa, beta.
Bart Winner. La vida en el mundo antiguo
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