miércoles, 9 de febrero de 2022

 ¿Cómo es la primera vez que miras 

y te miran de otra forma?

El pasado viernes, en el encuentro literario con Miguel Pasquau, este nos dijo que para escribir había que sacudirse la pereza y...ponerse. También nos contó cuánto disfrutaba él mismo en esta tarea, más que contarlo nos lo transmitió.

Pensando en uno de los episodios del libro que algunos habéis leído (Cuando siempre era verano), el que trata sobre la primera vez que el protagonista se enamoró ("Begoña") y viendo que ya tenemos encima el día 14 de febrero..., quizá alguien se anime a narrar ese momento en el que por primera vez uno mira al otro "de otra forma" o uno se siente diferente por la mirada del otro. 

Aquí os dejamos el fragmento de Cuando siempre era verano por si os sirve de inspiración: 

"Tenía un nombre forastero y huraño, o quizá redondito y suave, Begoña, un nombre asimétrico que cambia de aspecto según que mande la be, la ge o la eñe- Be-go-ña. [...] Aún a veces escribo distraídamente su nombre en márgenes de periódico u hojas de agenda mientras hablo por teléfono, tanto lo hice entre el verano de 1974 y el de 1975, que quedó como un tic, igual que otras manos dibujan flores o cuadraditos, figuras extrañas u ochos enlazados. Mi tic era escribir "Begoña" [...]

El recuerdo es nítido, porque se trata del momento exacto en que por primera vez miré a una mujer con ojos de hombre, la primera vez en mi vida que sentí que entre los hombres y mujeres hay un vacío que produce vértigo, y que ese vértigo se instala en el pecho como una corriente eléctrica que recorre las cavidades llenándolas de un aire y de una sangre que, a esas edades, sólo se elimina por el suspiro.

La mañana había empezado con voces diana de Lola anunciando picatostes para desayunar, y ordenando que nos pusiéramos los bañadores, porque iríamos al río a bañarnos. Qué buen comienzo. Fuimos acudiendo uno a uno a la mesa, donde el cola-cao de los niños terminó de despejar los restos del olor a café del desayuno de los mayores. Espontáneamente Begoña se sentó en el sitio asignado, es decir, junto a mí: pantalón vaquero, blusa azul claro, piel morena y ojos todavía abultados por el sueño. Hacía un rato que los mayores habían abandonado la mesa, y por eso estábamos más locuaces, sobre todo su hermana menor, y por eso estábamos más locuaces, sobre todo su hermana menor, que no paraba de preguntar cosas de Pinos. Hacía mucho calor esa mañana, pero recorrimos el camino del río (algo menos de un kilómetro hasta la presa) con la animosidad que contagiaba la prima Lola. El lugar de baño era un brazo muerto del río, aguas debajo de la presa, donde apenas cubría y el agua tenía color verduzco, como las piedras resbaladizas de una de las orillas, aunque excepcionalmente nos dejaban bañarnos en la misma presa con serias advertencias sobre peligros de succión, arrastre y ahogamiento. Cuando llegamos a los pinos de la orilla en cuya sombra solíamos dejar bolsas, ropas y toallas, Begoña se apartó unos pocos metros, se quitó los pantalones vaqueros, se desabrochó la blusa, y se quedó ceñida con un escueto bikini azul claro sujeto en la cadera con una arandela que dejaba ver una verticalidad desnuda, continua, esbelta y bronceada, sin el tropezón del antipático corte de la franja de tela. Una ondulación suave y desnuda entre la cabeza y los pies, una mujer, eso era de repente Begoña al salir de ese pantalón vaquero, y por primera vez la visión del cuerpo femenino provocó en mi un deseo que se agolpó inoportunamente hasta hacerse ostensible en mi bañador, lo que me obligó a zambullirme en el río sin la más mínima demora y seguir dentro del agua toda la mañana."

Hubo baños, exhibición de saltos al agua, carreras de natación, juegos y persecuciones: yo me sentí halagado por el empeño de Begoña en alcanzarme, por sus risas cuando se echaba encima, y porque no se separase cuando yo emergía a la superficie procurando disimular mi torpeza acuática. Me sentía guapo y lúcido, dueño del río y de la mañana, todo un hombre. La presencia de Lola y de sus hermanos rodeaba de naturalidad familiar lo que para mí empezó a ser, bruscamente, un enamoramiento agudo."

Cuando siempre era verano

MIGUEL PASQUAU LIAÑO



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