viernes, 16 de octubre de 2020

🎆DÍA DE LAS ESCRITORAS 2020🎆

El esfuerzo cotidiano de las mujeres

 MARÍA ZAMBRANO
Mª Angustias Augustin 

María Zambrano fue una intelectual, filósofa y ensayista española. Nacida en Vélez-Málaga el 22 de abril de 1904, estudió Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid. Discípula de Ortega y Gasset, Zubiri y García Morente, en 1931 fue nombrada profesora de Metafísica en la mencionada universidad. Al finalizar la guerra partió al exilio, un largo destierro durante el cual vivió en Cuba, México, Italia y Suiza. En 1984 regresó a Madrid, donde residió hasta su muerte en febrero de 1991. En 1981 le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias y en 1988 el Premio Cervantes. María Zambrano une la filosofía y la literatura en un intento de acotar la realidad mediante la razón poética. Su escritura es un documento vital en el que se aúnan el sueño, la esperanza y el misterio.
En el artículo de María Artacho Sánchez, María Zambrano, maestra de resilencia, podemos conocer mucho más sobre su trayectoria vital y profesional. 

Escribir es defender 
la soledad en que se está.

Escribir es defender la soledad en que se está. Es una acción que sólo brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que, precisamente, por la lejanía de toda cosa concreta se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas.Pero es una soledad que necesita ser defendida, que es lo mismo que necesitar de una justificación. El escritor defiende su soledad, mostrando lo que en ella y únicamente en ella, encuentra. [...]

Se escribe para reconquistar la derrota sufrida siempre que hemos hablado largamente. Y la victoria sólo puede darse allí donde ha sido sufrida la derrota, en las mismas palabras. Estas mismas palabras tendrán ahora en el escribir distinta función; no estarán al servicio del momento opresor; ya no servirán para justificarnos ante el ataque de lo momentáneo, sino que, partiendo del centro de nuestro ser en recogimiento, irán a defendernos ante la totalidad de los momentos, ante la totalidad de las circunstancias, ante la vida íntegra.[...]

Escribir viene a ser lo contrario de hablar; se habla por necesidad momentánea inmediata y al hablar nos hacemos prisioneros de lo que hemos pronunciado, mientras que en el escribir se halla liberación y perdurabilidad -sólo se encuentra liberación cuando arribamos a algo permanente-. Salvar a las palabras de su momentaneidad, de su ser transitorio, y conducirlas en nuestra reconciliación hacia lo perdurable es el oficio del que escribe.


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