En Literatura Universal hemos empezado por las literaturas antiguas, entre ellas, la hebrea, La Biblia, y concretamente con un texto de El cantar de los catares, libro que inspiró a nuestro San Juan de la Cruz.
Que una poesía tan temprana muestre de forma tan clara la mirada de la mujer es llamativo. Y es tan actual como poemas de nuestro siglo.
Os conjuro, muchachas de Jerusalén.
Si encontráis a mi amado,
¿Qué vais a contarle?
Que estoy enferma de amor. (…)
Mi amado es entre rubio y moreno
y descuella entre millares.
De oro macizo su cabeza;
su melena, racimos de palmera;
sus ojos, dos palomas
junto a la acequia,
bañadas en leche,
posadas junto a la alberca;
sus mejillas, bancales de aromas,
setos de perfumes;
sus labios son lirios
que destilan mirra;
sus brazos torneados en oro,
incrustados de topacios;
su vientre de marfil pulido
con venas de zafiros;
sus piernas, columnas de mármol
apoyadas en plintos de oro;
su figura como el cedro
más esbelto del Líbano;
su paladar dulcísimo.
Todo en él es deseable.
Así es mi amado, mi querido,
muchachas de Jerusalén.
Recorriéndote. Gioconda Belli
(Fragmento)
Quiero morder tu carne,
salada y fuerte,
empezar por tus brazos hermosos
como ramas de ceibo,
seguir por ese pecho con el que sueñan mis sueños,
ese pecho-cueva donde se esconde mi cabeza
hurgando la ternura,
ese pecho que suena a tambores y vida continuada.
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