Frankenstein
Mary Shelley
Frankenstein es de esas novelas clásicas que toda persona debe de leer por lo menos una vez en su vida. Por su profundidad moral y el modo en el que se encuentra relatada la historia, se erige como uno de los clásicos de la novela gótica de todos los tiempos. Pero empecemos por el principio.
El relato nos muestra la desventurada historia de Víctor Frankenstein, un joven obsesionado con el estudio y la experimentación, decidido a investigar el modo de llegar al origen de lo que él denomina «principio vital». Tras largos años de estudio, al fin logra sus propósitos, aunque el resultado de su obra no es lo que había esperado, iniciándose así un periodo de tormentos sin fin.
La novela de Shelley es por todos conocida y, aunque no la hayamos leído, a grandes rasgos nos hacemos una idea de su argumento y las peripecias de sus personajes principales. Pero como ya he mencionado, es de esos libros que hay que leer sí o sí.
Pero si tuviese que destacar algún elemento en especial de la novela, destacaría sin dudar a sus personajes. Complejos, llenos de contradicciones y recovecos ocultos que nos hacen replantearnos una y mil veces si sus actos son o no reprobables, si merecen nuestro perdón o si por el contrario debemos condenarlos sin compasión.
Por una lado tenemos a Víctor Frankenstein, con un nivel de obsesión elevadísimo, totalmente abducido por su trabajo y sin apenas capacidad de crítica en sus inicios.Es un personaje del que no he acabado de compadecerme, y eso que lo he intentado con todas mis fuerzas. Su actitud egoísta hasta el extremo, con unas ansias desmesuradas por alcanzar la gloria a cualquier precio no me han convencido. Asimismo, una vez creada a su criatura y pese a las tragedias que se producen a lo largo de toda la novela, es un personaje incapaz de confesar sus pecados a sus seres queridos y opta por mantener un silencio cobarde, por miedo al qué dirán.
Shelley nos intenta mostrar desde el principio la dicotomía entre las expectativas creadas en la mente por Víctor y la realidad desastrosa de sus actos. Y aunque dirige la novela de tal modo que nos intenta insuflar cierta compasión hacia el protagonista y sus desventuras, se desprende en la narración una fuerte desaprobación moral hacia sus pensamientos y actuaciones. Por ello mismo, creo que al lector se le hace difícil llegar a empatizar plenamente con su protagonista.
Y por otra parte aparece la figura «demoníaca» de La Criatura, carente de nombre, un personaje fascinante de principio a fin. De naturaleza pura en sus orígenes, vemos a través de las páginas la degradación moral de su alma, ocasionada por la reproducción del comportamiento humano.
Y es que con Frankenstein tengo sentimientos encontrados. Comete actos totalmente despreciables y que no merecen disculpa alguna, pero por otra parte, al ser partícipes de su «nacimiento» y todas las penalidades de su existencia, el rechazo y el desprecio constante por su simple aspecto, existe con su figura una empatía que no he logrado sentir con Víctor. Que sea un personaje el cual simplemente busque desesperadamente un poco de aceptación, especialmente por parte de su creador, despierta cierta ternura que a su vez se contrapone con sus horribles actitudes posteriores.
Por todo ello, aunque Frankenstein y La Criatura parezcan dos personajes antagónicos en un principio, representaciones de la vida y la muerte, la honestidad y la depravación moral, con el paso del relato las distancias se van acortando, las líneas rojas entre ellos se van difuminando y acabamos el relato teniendo sentimientos idénticos para ambos. Ninguno de ellos es plenamente perfecto, tienen su lado positivo pero también una cara tenebrosa y no están libres de pecado. Sufren y padecen por los daños infligidos mutuamente y ambos son la perdición del otro.
Asimismo, a lo largo del relato nos encontramos con una multiplicidad de personajes y, aunque hasta cierto punto importantes para la consistencia del relato, creo que son secundarios, ya que sus caracteres están bastante estereotipados y planos, únicamente presentes para destacar valores familiares y de consuelo, por lo que no muestran la misma complejidad que Víctor y su Criatura.
En cuanto a la estructura de la novela, ha sido muy interesante el hecho de que Shelley haya decidido contar con el recurso de tres narradores: Víctor Frankenstein, La Criatura y Walton (un compañero de viaje al que Víctor relata su desventura). De esa forma, Shelley logra que el lector pueda ver la historia desde varios puntos de vista, que no nos quedemos con la visión sesgada de una de las partes, e introduce la figura de Walton como una especie de conciencia moral que contrarreste la subjetividad de las demás explicaciones.
Pero sobretodo Frankenstein es una obra crítica. Entre sus páginas se critica de forma mordaz la ambición desmedida, el egoísmo, la cobardía y la utilización del saber científico para fines abyectos. Aunque destaca especialmente una idea: el hecho de que las apariencias no lo son todo, de que hay que juzgar a los demás por lo que son y no por lo que aparentan, porque en caso contrario, puede que estemos cometiendo un terrible error.La novela se encuentra narrada en un lenguaje que, sin llegar a ser denso o complejo, es el propio del siglo XIX, por lo que quizás en ciertos momentos puede llegar a hacerse lenta o demasiado detallada en descripciones.
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En definitiva, la novela ha cumplido con todas mis expectativas. Altamente recomendable para todos aquellos apasionados de la novela gótica, Frankenstein es una novela densa y hasta cierto punto compleja, pero con una gran carga moral. En ella el lector se replantea sin tregua los actos de sus personajes principales y fomenta el debate interno sobre los límites en la utilización de la ciencia, por lo que se convierte en una novela adictiva de principio a fin.
Ojolisto (bloggera)