En brazos de la vida
Diario de Etty Hillesum* 30/05/42
Sí, ¿qué pasó en mi pequeño dormitorio ayer por la noche? Me había ido temprano a la cama y miré por la gran ventana abierta. Y fue como si la vida, con todos sus secretos, estuviera otra vez cerca de mí, como si la pudiera tocar. Tuve la sensación de estar descansando sobre el pecho desnudo de la vida, oyendo los suaves y regulares latidos de su corazón. Estaba en los brazos desnudos de la vida y me sentí segura y protegida. Y pensé: qué extraño es esto. Hay guerra. Hay campos de concentración. Las pequeñas crueldades se amontonan cada vez más. [...]
Conozco los sentimientos angustiados de la gente, conozco la gran cantidad de sufrimiento humano, que va en aumento. Conozco la persecución y la represión, la indiferencia, el odio y el enorme sadismo. Lo sé todo y voy acumulando cada trocito de realidad que me llega. Y aún así, en un momento de descuido y abandono, me encuentro de repente en el pecho desnudo de la vida. Sus brazos me rodean muy suavemente, me protegen y soy totalmente incapaz de describir sus latidos del corazón: son tan lentos y regulares y suaves, casi apagados, pero constantes, como si no quisieran parar jamás. Son también muy buenos y piadosos.
Así es mi estado de ánimo, y no creo que la guerra o cualquier crueldad humana sin sentido pueda cambiarlo.
Etty Hillesum, sábado por la mañana, 7.30h,
30 de mayo de 1942
*Etty Hillesum fue una judía holandesa nacida en 1914. Hasta 1981 no salió a la luz su diario íntimo, escrito durante los años previos a su desaparición definitiva en 1943 en el tristemente célebre campo de exterminio de Auschwitz. Antes eligió voluntariamente ayudar a sus congéneres judíos en el campo de Westbork. La singularidad de su testimonio radica en su valor humano, ético y trascendental. Desde el convoy de la muerte y el exterminio que la lleva a Auschwitz con toda su familia y 938 personas más, arroja una tarjeta-postal con estas palabras: "Vosotros me esperaréis, ¿verdad?". Esta es pues la labor de los lectores de sus escritos; estos nos abren constantemente una esperanza en las cegueras de la historia.
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