Cuando siempre era verano
MIGUEL PASQUAU LIAÑO
"Una mujer inquietantemente atractiva aborda, por alguna razón que no acaba de desvelar, al profesor Juan Zaldaña en un curso de verano. Es la noche de san Lorenzo, y ambos terminan en un acantilado mirando las estrellas. La conversación fluye, y va conduciendo al profesor a los remotos veranos de su infancia y adolescencia en la casa familiar de Pinos de Duero…"
Como se nos dice en la contraportada, este es el hilo argumental que sostiene la narración. Acompañamos a Juan Zaldaña en un recorrido por su infancia y su adolescencia, con el orden-desorden en que se organizan los recuerdos; como las cerezas, unos tiran de otros en una sucesión que responde más a asociaciones emocionales que a cualquier otro orden "lógico".
Nada más estimulante para contar las propias vivencias que tener enfrente a alguien receptivo e interesado, y eso es lo que le pasa al protagonista con esa mujer atenta y cómplice desde el principio. Juan le cuenta a ella, se cuenta a sí mismo y nos cuenta a nosotros, que acabamos compartiendo la escucha y la entrega de su interlocutora.
Vemos las España de los años 60/70 a través de los adultos que se sentían plenamente situados en lo que les tocó vivir y también la vemos a través de las generaciones inmediatamente posteriores que venían empujando, cuestionando y abriéndose paso.
Sin embargo, a pesar de esa mirada a una realidad que ya ha dejado de ser, y a pesar de ese sentimiento de nostalgia que recorre todo el relato, el protagonista y su acompañante se proyectan hacia adelante, no se quedan anclados en el pasado. Me parece magistral el equilibrio que se logra entre la mirada a lo que se ha ido y la determinación a vivir el presente; llegar hasta el final de ese pasado de claroscuros para incorporarlo y a la vez, soltarlo.
La trama, aparentemente sencilla, conduce suavemente al lector a múltiples planteamientos sobre las relaciones familiares, los distintos roles de cada miembro del núcleo familiar, lo que queda oculto, las decisiones, la importancia de los “personajes secundarios”, los errores, las expectativas que proyectamos sobre otros, los sucesos más relevantes del panorama político del momento, etc. En fin, un ejercicio de sutileza y profundidad.
Por último, este es también un libro para disfrutar de un lenguaje preciso, evocador y sobrio, con diálogos ágiles y muy vivos.
Recomiendo este libro de forma especial a los alumnos de 1º de bachillerato, para que se asomen a una forma de vida de la cual, quizá, conozcan poco y que sin duda no está nada lejana, sobre todo, porque pueden reconocer sus mismas inquietudes y emociones, con otros “ropajes”, pero en esencia, las mismas.
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